CLICK HERE FOR BLOGGER TEMPLATES AND MYSPACE LAYOUTS »

13.12.10

Consejos de Belleza II

Si la verdad a declarar
es atávica e insospechada,
lanzará su rugido
una vez retirado el maquillaje.

Toda palabra humana
que se quiere feroz
detona en una cara lavada.

9.12.10

Consejos de Belleza I

El desmaquillador más sobresaliente
son las lágrimas,
mi patria
-si alguna vez
la tuve-
se ha reducido
a dos letras borrosas
deslizándose
hacia el lavabo.

9.11.10

De por qué navegar se hace preciso

Nunca pude escribir un poema de amor,
los espíritus rechinan en esta ciudad intramuros
y la lluvia cuaja su grosero barro en el balcón,
dos mosquitos han muerto aplastados
sobre un tomo de la guerra en Algeria,
pero no consigo describir
la nostalgia de una bala errada,
su sonámbula diatriba resonando
en galaxias lejanas,
donde quizás,
sí cupo un paso tanguero,
o una bolerista abrazando
el enfisema con su voz,
ahí se habrá escuchado
al menos una palabra
en el gesto alcohólico del adiós,
que diera un aroma,
una ramita leve que sostuviera
al menos en el recuerdo,
el almita de un antiguo amor.

25.3.10

Pensando en los 30 años del asesinato de Monseñor Romero

En América Central jugamos una partida entre el olvido y la memoria. Nos queda un resabio de muerte en los labios. Un beso desaparecido bajo la metralla. Miles de gentes ahogadas en el miedo y la impotencia. Cinco siglos huyendo hacia todas partes y ninguna. Antiguos dioses silenciados bajo cruces.

...Y un ardor en la sangre, que aún el tiempo no apaga.

2.3.10

¿Cuándo llega la primavera?

Una cáscara de naranja arrojada al azar
y algunas ramitas secas encontradas por doquier
son la perfecta excusa

para unos pétalos de ojos azules que se niegan a caer del balcón

arañan el aire del invierno

aún durante la tormenta

continúan soñándose en el sopor de su retorno.

4.2.10

La obscenidad del poder

Hubo una vez un pueblo domesticado por generaciones y generaciones de oligarcas latifundistas, que reproduciéndose entre ellos consiguieron el dominio político de una remota ex-colonia española. Crearon así una mayoría de ciudadanos de segunda clase, sin aspiración a ningún cambio, cómodos en su letargo cuasi milenario. Creció esta clase media ajena al clamor de indígenas y campesinos que se veían despojados de su tierra, conforme se reproducía la clase oligarca y sus nexos con el mercado internacional crecían hacia fines del siglo XIX.

Al calor del grano de oro forjaron un imaginario que pretendió borrar de un plumazo todas las diferencias. En esa pequeña república al comenzar el siglo XX se inculcaba a todas las personas que no existían afrodescendientes, indígenas, comunistas, feministas, homosexuales... Pasaron todas y cada una de las revoluciones latinoamericanas ya bien entrado el siglo XX, y el pequeño país se convirtió en refugio de disidentes, guerrilleros, exiliados... Mas en el imaginario se mantuvo siempre la incólume paz como paloma ciega y muda ante los atropellos sufridos por otros. Algunos levantaron su voz -los que nunca existieron- y se quedaron solos, muy solos.

Al terminar el siglo XX los ciudadanos de segunda clase ya pertenecían a una tercera y cuarta clase. La pobreza latente finalmente explotó ante los privilegios que seguían detentando los descendientes políticos de aquellos primeros oligarcas, que desde siempre contaron con la bendición eclesiástica -salvo, contadas excepciones- para enriquecerse a costa de otros.

Entonces, muchos años después, aquella gente domesticada intentó quitarse las riendas de encima, defendiendo, como lo había aprendido, el valor de la palabra para expresarse libremente. Los descendientes de los oligarcas, llamados en el siglo XXI neoliberales, jamás imaginaron que el experimento de "la excepción latinoamericana" se saliera de su rumbo. Temieron lo peor y reprimieron las manifestaciones en las calles. No obstante, el pueblo consiguió su propósito y se opuso por una vez a los planes de sus gobernantes. Sin embargo, la gente apenas saboreaba su triunfo, y ya perversas maquinaciones se tendían no sólo para privatizar las telecomunicaciones, sino toda la soberanía del pequeño país centroamericano; sus aguas, sus tierras, su aire y su ser.

Pese a una férrea campaña contra la concesión de la soberanía al todopoderoso imperio estadounidense, la gente, que ya no soportaba más riendas, perdió ante el dinero y el poder ejercido por éste sobre sus gobernantes. Los mismos que buscaron perpetuarse en el ejercicio del poder, para hacer cada vez más mofa de la pretendida democracia centenaria de la cual hacía gala la pequeña república.

El pueblo burlado, pero ya no domesticado ante la obscenidad del poder, tuvo una última oportunidad. Porque la historia es irónica y los ungidos por el poder en realidad nunca cambian en ese pequeño país centroamericano llamado Costa Rica, ahí todos son finalmente marionetas de titiriteros con más o menos poder que otros. No obstante, la capacidad crítica finalmente se cimentaba en una parte de la población venida a menos, y esta gente acudió al gran teatro electoral con la firme convicción de al menos, comenzar a cambiar de titiriteros.


17.1.10

Ojalá que me vaya bonito

De vuelta al barrio La Dolorosa algo se me quiebra en el alma. Seguro es el albur. Los edificios vecinos cambian de color pero la vejez sólo se maquilla, ellos lo saben y yo también. Recorro el zaguán de mi casa con sigilo, mis pasos resuenan sobre los de mis abuelos en un pasado ya muy lejano. Los espejos nos reflejan en sepia desde 1936. Y entonces reencuentro lo querido: mi madre y su sonrisa. El mosaico de arabescos inextricables. Un angelito azul que me interroga. El aroma de la lasagna cuyos secretos hoy también conozco. La fotografía del abuelo en la sastrería. El té de las cinco. La biblioteca presa de algunas bestezuelas con apetito literario. La hibridez de mi familia en el trópico lluvioso. Un solcito que me acaricia la piel y me devuelve el color.

Entonces me acordaba de París, como podría acordarme del árbol de aguacate que nació de forma imprevista en el viejo patio de cemento. Como uno de esos sueños maravillosos que crecen y desaparecen en la penumbra de la vigilia. Con un cariño extraño hacia lo lejano y un afecto renovado a lo cercano. Volví luego a mi barrio parisino y sus callecitas me dieron la bienvenida, reflejando en cada charquillo de nieve derretida la imagen de una vieja torre de hierro, que solamente en su nocturnidad despliega toda su magia.

Sabiendo como vos, que nunca lées esta bitácora abandonada, que vivo en un exilio interior. Que hace muchas lunas pertenezco a esa estirpe condenada a cien años de soledad. Repitiéndome una vez más que mi casa siempre ha estado donde me lleve el corazón.