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29.5.08

Llueve melancolía

"En estos días no sale el sol, sino tu rostro..." Alcanzo a buscar una copita de vino, sube el telón de la lluvia y escucho...

14.5.08

El infierno no era amarillo

"Amargo sabor a luto tiene la tierra donde vivo..."
Otto René Castillo

Un día Costa Rica aprobó la apertura de las telecomunicaciones. Este lugar se parecía a Macondo, pero no, era aquel país centroamericano sobre el cual te había hablado; donde la gente tendía más a fama que a cronopio, y sus hijos se convertían en esperanzas cortazarianas, con poco o ningún anhelo.

Allá la gente se quejaba todo el tiempo por la calidad de las conexiones telefónicas y de internet, también se lamentaban por la burocracia eterna para obtener un servicio, gimoteaban para obtener más líneas celulares y rezongaban por el precio de las tarifas telefónicas. Quizás nunca se enteraron que pagaban las tarifas más bajas de toda Latinoamérica a una calidad envidiable al menos en la mitad de la región, y si llegaron a escucharlo, los famas mayores ofrecieron espejitos a las pobres esperanzas para distraerlas y aprobar sin tardanza un tratado de libre comercio con sus vidas, ante el desconcierto de los cronopios cuyos corazones explotaban en la calle.

Muchos habitantes de esta tierra suponían que las llamas del infierno eran amarillas y que el averno estaba jefeado no por un par de cuernos, sino por un casco de obrero llevado por una empresa estatal conocida como Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), un viejo monopolio donde pese a que la corrupción hizo casa, los cimientos eran fuertes y un buen maremoto pudo haber extinguido a los verdaderos demonios para regresar al ICE sus principios de solidaridad social.

No obstante, la decisión tomada -dicen que por el pueblo, pero fueron los famas mayores en un cuestionado tabernáculo al que dieron el nombre de referendum- fue la multiplicación de los demonios. Así en la Asamblea de Famas se decidió mediante una ley que invitarían a nuevos demonios a vender líneas celulares y de internet en el infierno, que ya no sería amarillo, pues vendrían íncubos y súcubos de piel estampada con rayas rojas y blancas, en cuya frente azul brillarían las estrellas del firmamento.

Años después de aquella decisión, se elevaron tanto las tarifas telefónicas y de internet que ya ningún habitante pudo pagar una conexión. A los cronopios que nacían se les extirpaba el corazón y las esperanzas seguían jugando con los espejitos heredados, viviendo bajo los puentes o trabajando en maquilas donde no podían hablar en su lengua materna. De esta forma los famas convirtieron a Costa Rica en un infierno multicolor.