Sos el causante de mis mejores pesadillas. Ya sólo me quedan unas pocas cosas que agradecerte. El fuego que me corroe el alma desde la adolescencia. La lucidez de la literatura provocadora. La molestia ajena de ser políticamente incorrecta. Los ataques de irrealidad y la llegada del bóreas. Corroborar la existencia de las causalidades y no de las casualidades. Un fuero interno dividido entre la exactitud y la fe. Un viaje iniciático a lo bello monstruoso, con Rilke como amuleto en las profundidades de Guatemala. La intolerancia delante de la injusticia, aunque reine la ceguera. La narrativa vertiginosa que me llevó al precipicio donde hoy me encuentro.
Hace una eternidad hubiera sabido qué escribirte. Probablemente hubiera reseñado tus obras con esa pedantería periodística de quien todo lo dice sin querer decir nada. Ahora ya no. Es tal nuestra intimidad que me hice sombra en Santos Lugares hace años. Bajo tus lentes recorrí los libros enmohecidos donde ahora me evaporo. Mi vida son fragmentos, y el más terrible, también el más hermoso, se hizo humo con vos. Quizás yo también muera de una bronquitis, el humo va enlazando cada pieza de este intríngulis sobre tu tumba, más bien la de un anti-héroe.
¡Qué los dioses de las tinieblas te acojan finalmente! Nosotras, que somos legión, te seguiremos.