No soporto a los soquetes, ni a los milicos, ni a los predicadores. Menos aún cuando estas características se agolpan en un sólo sujeto que repentinamente dice acuerpar el espíritu de todas las reivindicaciones de justicia social de un pueblo. Le creemos la mentira, y luego, frente a nuestras narices, cierra, censura y condena a la prensa al silencio.
Dirán ustedes: no se renovó la concesión porque era una prensa golpista, vendida, eran los esclavos del imperio... Puede ser, pero la objetividad no existe. Es el público, a veces extremadamente ingenuo, quien cree que la prensa tendría que ser objetiva. Eso es una patraña. Nunca lo ha sido. Ha tenido todos los matices ideológicos posibles, ahora y en todas las épocas y países.
Callar a la prensa -sea rojizo pasquín o propaganda empresarial- es allanar el camino a la destrucción de toda libertad democrática. Ya vimos la revolución no será transmitida, ahora, ¿tampoco la democracia será transmitida?
Dirán ustedes: no se renovó la concesión porque era una prensa golpista, vendida, eran los esclavos del imperio... Puede ser, pero la objetividad no existe. Es el público, a veces extremadamente ingenuo, quien cree que la prensa tendría que ser objetiva. Eso es una patraña. Nunca lo ha sido. Ha tenido todos los matices ideológicos posibles, ahora y en todas las épocas y países.
Callar a la prensa -sea rojizo pasquín o propaganda empresarial- es allanar el camino a la destrucción de toda libertad democrática. Ya vimos la revolución no será transmitida, ahora, ¿tampoco la democracia será transmitida?