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28.12.06

Archimboldiana

A veces una despierta de un recuerdo como de un sueño. Hace unos años al cruzar una calle nocturna con una amiga, nos encontramos de súbito con una caravana de vochos interminable, ahí estaban todos los modelos, colores y épocas por las que ha atravesado esta marca. La lentitud de la caravana era incomprensible, los conductores no respondían a nuestras interrogantes, parecían sumergidos en una cabina a prueba de ruido, sus ojos no se despegaban del horizonte.
Los otros transeúntes no se detenían a mirar el absurdo desfile del cual parecíamos ser las únicas testigos. En algún momento nos habremos demandado si aquello era real. Preguntamos a alguien que pasaba si era capaz de ver los vochos, pero solamente nos sonrió y siguió caminando. Quizás por una hora que se nos hizo como un año, miramos el progreso de la caravana de luces hacia ninguna parte.
Ayer me desperté.

22.12.06

Política exterior

Casi navidad. Mi "familia" (a estas alturas el entrecomillado parece ser el único lazo que nos une) está dividida por todas partes. La clásica pelea de esta época entre mi madre y su única hermana en este país, tensa el ambiente. Mis primos no me soportan y yo a ellos tampoco. Todos hemos inventado excusas perfectas para despistarnos en las fechas problemáticas. Cada mini-núcleo no tradicional y también tradicional busca alguna rama lo suficientemente alejada de la familia para celebrar diplomáticamente sin provocar una guerra "preventiva".
Hay intercambios rápidos y programados según el protocolo, para el trueque de regalos antes del nacimiento de un tal profeta. Actividad comprometedora que deja a la luz lo poco que nos queremos, y que sabemos de cada miembro de la "familia".
Al alba del 26 de diciembre todos estaremos más tranquilos, respiraremos profundamente y recordaremos por qué llamamos a esta "familia" las Naciones Unidas. Y claro, tendremos un año más para presupuestar los gastos de defensa.

19.12.06

Las palabras

Hace un año desperté a tu lado. Ya ni siquiera recuerdo si besaste mis labios o me dijiste feliz cumpleaños... Quizás porque no hiciste ni lo uno ni lo otro. Sólo te habrás sacudido la modorra, puesto el abrigo y salido a comprar unos croissants como todos los días de aquel entonces.
Pensar que yo creí que eras el sol de mi vida, y la bruma me envolvió desde que te conocí. Porque alguna vez me dijiste en mi lengua y luego en la tuya que me amabas.
Avec les mots on ne se méfie jamais suffisament...
-Otro trago por favor!

17.12.06

Fenómenos espirituosos

Diciembre siempre ha tenido algo que me fascina: las fiestas. Entonces, pese a ser aprendiz de Grinch, me deleito con bebidas, comidas, bebidas y bebidas. Ese je ne sais quoi tan propio del alcohol que comienza a fluir desde los primeros vientos decembrinos y encuentra su clímax en diversos momentos del mes me enloquece.
Si lo pienso bien, no es que mi realidad cambie radicalmente, pero encuentro colegas de ocasión o profesión etílica, más dispuestos a dejarse llevar por el placer del vicio, con la excusa de la celebración, de las navidades, en fin, cualquier motivo de divagación alcóholica es válido.
Y qué ameno es el inicio de una conversación alcóholica, aunque el final nadie lo recuerde. Cuánta gracia en los gestos y movimientos de aquel que intenta arrebatarle a la camarera no un suspiro, sino un trago exigido por más de media hora. Y cómo no mencionar esa inmensa pasión del ebrio al impedir que alguien se atreva a echarlo del bar -a pesar de que termine sobre una alcantarilla abrazando su vaso-. Qué decir de las texturas, sabores, aromas y tonos del vino, del whisky, del ron, del tequila, del cognac, sólo por mencionar unos pocos y maravillosos frutos de natura y del ingenio humano que juguetean con sentidos conocidos y desconocidos.
El alcohol puede ser como esa poesía que quema por dentro, y hace feliz aunque lleve a la tumba. Disculpen los de AyA si hiero susceptibilidades, pero contrariamente a quienes dejan lo deseado, je ne regrette rien de rien.

12.12.06

Y agarraste por tu cuenta, la parranda...


Anoche besé a la mujer de voz más fuerte y bella de éste, mi continente latinoamericano. Canté con ella, sentí sus manos sobre las mías, y mis rodillas temblaron. Mientras repartían el tequila, los mariachis comenzaron a tocar Paloma Negra, entonces, la diosa en la que nos persignamos borrachos, escritores y fugitivos tomó el micrófono y cantó... Cantó desde el fondo de ese oscuro abismo de piedras preciosas que guarda más allá de su garganta, desde ese túnel que lleva a su corazón.
Cantó ahí, al lado de esta plebeya mortal que no ha hecho nada más en la vida que escucharla por años, sobrevivir el dolor, los besos y la noche, y encontrar el gozo del placer en sus canciones.
Pensar que todo el Olimpia de París la ovacionó, el Palacio de Bellas Artes en México, el mundo entero... Y yo estuve a su lado, para decirle por qué me han salvado sus canciones, y darle las gracias, tan simplemente como se lo dije anoche, en el Instituto de México, a la Chavela Vargas: gracias maestra, para siempre.

8.12.06

El Clan de la Cicatriz I



Estas mujeres me conmueven profundamente. Casi la penúltima vez que se reencontraron, salieron, cada una escoltada por el mamarracho de turno, que en aquella época era el amante, el novio, el cuasi-marido, o dicho sea de otra forma, aquel que llenaba sus horas, sus cuerpos, sus vidas, que ellas creían vacíos.
Entonces vieron un espectáculo de flamenco, emocionadas, sentían sus cuerpos vibrar bajo la ropa, el duende se colaba, se entrometía bajo las carnes femeninas... De los hombres, quizás alguno pestañeó esa noche. Todas fueron invitadas al tablao por los bailarines, pero ninguna osó moverse de su sitio, quizás ante la pena ajena, pero también ante la propia, porque ese cuerpo escurridizo ya no les pertenecía, era de un otro que ejercía su mirada inquisidora sobre -para él- un trozo de carne apetecible, y nada más.
Pasaron meses que parecieron años y cada una de ellas, a su propio tiempo fue descubriendo cómo se marchitaba en una relación que ya nada le ofrecía. Al final, de difentes formas, angustias y sabores palparon el final.
Cada una pensó que se había quedado sola, inmensamente sola. Hasta que un día sin ponerse de acuerdo entre ellas, sin verse, sin decirse me ha pasado esto o aquello, empezaron a bailar. Volvieron a sentir ese cuerpo en su inmensa estrechez u hondura, al tacto se hicieron queridas las ahora cicatrices, huellas que alguna vez surcó el amor.
Estas marcas no son visibles, pero tampoco están ocultas. Cada una de estas mujeres las lleva bajo la piel del cuerpo recuperado, del cuerpo que ahora goza para sí misma y no para ningún otro. Cada salida al escenario, donde cada una baila el ritmo más amado, se convierte en una suma de placer y dolor. Las cicatrices reaparecen con cada movimiento, sus cuerpos parecen tatuados como los de guerreros Tutsi, así desafían no sólo el aire, sino también la vida, las marcas mismas que el poder dejó en sus cuerpos, para bailar, seguir bailando juntas, tatuadas, liberadas, para bailar siempre, como el Clan de la Cicatriz.

5.12.06

Don Johnny

El capo
Sonríe a la cámara, muestra su diente de oro. Bajo el saco cruzado duerme más que una calibre 38, bajo el sombrero ladeado la sangre fría no perdona rosas negras entregadas a destiempo sin el beso oscuro del poder.

El emperador

Sueña su efigie esculpida en un nuevo rosetón casi barroco para el edificio de Correos y Telégrafos. Las huestes sacrificadas valdrán su peso equivalente a un nuevo palacio, donde él solo reinará ¡Larga vida a vuestra merced, sean otros dieciseis años en vuestro trono! ¡Salve, oh Emperador!

La star
Camina sobre rojas alfombras de estrenos, inauguraciones, desfiles y aniversarios faranduleros. Pasajero de lo efímero, también brinda, besa y llora, como si esperara el Oscar -no el César ni el Goya-, mientras se hace un facial con otras chicas del montón.

El alcalde
...Sentir que es un voto la vida... Que dieciseis años no es nada, qué febril la alcaldía, errante en las sombras te busca y te nombra... Vivir, con el alma aferrada a un dulce recuerdo, de San José otra vez...