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31.10.06

Úrsula

Este es un nombre hereditario, alguna vez lo usó una tortuga que alegró mis tardes infantiles hasta desaparecer en algún hueco del patio (ojo, que no era el mismo de las cucarachas).
Luego este nombre lo comenzó a usar una gran araña, habitante del baño verde. Es cierto que ya nos habíamos encariñado, en los últimos tiempos casi todos los animales han tenido un lugar en mi corazón (sino que lo diga mi ex). Así es que diariamente la saludaba y trataba con naturalidad, gracias a ella los mosquitos se habían extinguido, la vida no podía ser más agradable juntas.
Hasta que un día la vi colgando de su propia tela, casi hecha un ovillo, con las patitas boca arriba. La toqué suavemente y comprendí lo inevitable: Úrsula estaba muerta. Llena de tristeza no supe qué hacer, el problema de ser hija única es que una busca poseerlo todo, y cuando algo se escapa así, a través de la muerte, la garganta se llena de furia, y si bien, ya no armo berrinches, trato de maldecir en todos las lenguas conocidas o inventadas hasta que se rompa una cuerda vocal o me canse.
Úrsula pasó muchos días colgando de la telaraña mientras yo pensaba cómo actuar ante la tragedia. Pensé que ella no se merecía un fin ignominioso como el terminar envuelta en papel higiénico, para ir a reposar al lado de las cáscaras de papaya que diariamente llenaban el basurero. Ni siquiera consideré el inodoro, el elemento de Úrsula nunca fue el agua. Cuando finalmente tomé la decisión de enterrarla en el patio, junto a mi querido árbol de aguacate, la soñaba como un espíritu subiendo a través del palo y llegando hasta las hojas y la fruta, creciendo hacia el cielo.
Anoche entré al baño verde para llevármela. Alargué mi mano hasta alcanzarla y Úrsula... ¿se movió? Sí, se movió alborotando el aire con sus ocho patitas guerreras, sólo para demostrarme que hibernaba, hacía meditación, o ve vos a saber qué diablos se había tragado...
He vivido dos semanas de angustia, afortunadamente fui lo bastante indecisa como para no deshacerme del cuerpo inmediatamente. Si lo hubiera hecho, Úrsula ya no estaría conmigo, tejiendo otra telaraña para despertar de sus sueños.

3 Lenguas inquietas:

furia a dit…

De algo te sirvió eso de que hacer tareas domésticas -incluido el levantamiento de cuerpos de bichitos- nos da fobia hasta que nos hacemos la idea...

Evey a dit…

Esto es un cuento laurita, me hiciste hasta sacar lágrimas, de ahora en adelante cuidaré más a mis lagartijas hogareñas.

Mira el unico beso colombiano que di en mi blog, cuidado con la censura.

Evey a dit…

sabes qué? tengo un cuento grabado allá en colombia, que se parece mucho a tu historia con la araña, la unica diferencia es que fue con una tortuga y tiene un final diferente. Recuerdame un dia llevar la grabadora y que lo escuches.